Poetas isabelinos
Desde el sur de Alemania, la nueva cartografía se extendió por toda Europa. Entre los cartógrafos más destacados se encuentran, por ejemplo, Pedro Nunes en Portugal y Oronce Fine en Francia. Sin embargo, el principal centro de la nueva cartografía fue la llamada escuela flamenca, centrada en Gemma Frisius en la Universidad de Lovaina. Sus dos asociados más notables son Gerhard Mercator y Abraham Ortelius, los dos cartógrafos más influyentes de la segunda mitad del siglo XVI.
¿Pero qué pasa con Inglaterra? Al igual que con las ciencias matemáticas en general, Inglaterra iba muy por detrás del continente en materia de cartografía. El primer británico que conoció los nuevos avances de la cartografía fue probablemente John Dee, que tras su graduación en la universidad de Cambridge viajó mucho por el continente y pasó dos años en Lovaina estudiando y trabajando junto a Gemma Frisius y Gerard Mercator.
Durante sus viajes también entabló una estrecha amistad con Abraham Ortelius y Pedro Nunes. Cuando regresó a Gran Bretaña, Dee trajo consigo los últimos avances de la cartografía ptolemaica, los nuevos métodos de medición de Frisius mediante triangulación y los últimos instrumentos astronómicos, cartográficos y topográficos de Lovaina. La influencia flamenca/holandesa es claramente visible en los primeros atlas ingleses.
Poesía isabelina
En la Inglaterra isabelina existían cuatro clases principales: la nobleza, la alta burguesía, la servidumbre y los pobres. La clase de una persona determinaba cómo podía vestirse, dónde podía vivir y el tipo de trabajos que podían obtener las personas y sus hijos.
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Un noble era rico y poderoso y, por lo tanto, durante el reinado de Isabel, así como durante los reinados de su padre y su abuelo Enrique VIII y Enrique VII, el monarca rara vez nombraba nuevos nobles. Veían a la clase noble como una amenaza para su poder y les gustaba mantener su número reducido. Una persona podía convertirse en noble por derecho de nacimiento o por concesión del rey o la reina. La nobleza podía perder su fortuna, pero era necesario cometer un delito grave, como la traición, para perder el título.
Los nobles eran caballeros, escuderos, caballeros y damas cuyas fortunas eran lo suficientemente grandes como para no tener que trabajar con sus manos para ganarse la vida. Su número creció rápidamente y se convirtió en la clase más importante durante la época isabelina. Podían empezar como caballeros y, a través de generaciones y matrimonios, podían construir gradualmente una riqueza y un título. La mayoría de las personas importantes de esta época procedían de esta clase.
Philip Sidney
Retrato de la Armada de Isabel I, de un artista no identificado. Este retrato muestra tanto la majestuosidad imperial de Isabel I, en figuras alegóricas del primer plano, como la derrota inglesa de la Armada española, con su telón de fondo naval[1].
La literatura isabelina se refiere al conjunto de obras producidas durante el reinado de la reina Isabel I (1558-1603), y es una de las épocas más espléndidas de la literatura inglesa. Además del drama y el teatro, fue testigo del florecimiento de la poesía, con nuevas formas como el soneto, la estrofa spenseriana y el verso dramático en blanco, así como de la prosa, incluyendo crónicas históricas, panfletos y las primeras novelas inglesas. Entre los principales escritores figuran William Shakespeare, Edmund Spenser, Christopher Marlowe, Richard Hooker, Ben Jonson, Philip Sidney[2] y Thomas Kyd.
Isabel I presidió una vigorosa cultura que vio notables logros en las artes, viajes de descubrimiento, el “Acuerdo isabelino” que creó la Iglesia de Inglaterra, y la derrota de las amenazas militares de España[3].
Christopher Marlowe
En un desarrollo más completo de esta cuestión, en 1543 escribió la carta que contiene su discurso sobre la tragedia y la comedia, publicado por primera vez en 1553 junto con su Discorso intorno al comporre dei romanzi (1549), por el que fue atacado amargamente una vez más, en particular por G. B. Pigna, su ex alumno, que trató de reivindicar normas académicas más rigurosas de una manera que anticipaba los ataques de Robert Greene a Shakespeare y otros dramaturgos noveles. La causa es evidente en el Discorso dei romanzi, en el que Cinthio rechaza los precedentes establecidos: “el poeta nunca debe someterse a la tradición, ni perder de vista las innovaciones que exige su propio tiempo”. Para Cinthio “el elemento esencial de la poesía es la mímesis, es decir, la imitación por la que el concepto aristotélico distingue el poema de la historia en tanto que ésta es una imitación de lo particular y aquélla de lo universal, lo que, entendido de forma variable por los críticos de época, se identificaba para Cinthio con la verosimilitud” (13).